El sector energético

Uno de los rasgos más característicos del sector energético es el de la gran heterogeneidad de sus distintos subsectores. En este sentido, se impone una precisión inicial de carácter técnico al hablar de la energía: ésta puede proceder de fuentes primarias (básicamente, carbón, gas natural, petróleo (hidrocarburos), hidráulica y nuclear) y de fuentes secundarias, como la electricidad.


Con el crecimiento económico unas fuentes de energía fueron sustituyendo a otras, de modo que a finales del siglo XVIII con la máquina de vapor empezó a haber un importante uso del carbón mineral. A finales del siglo XIX hay dos cambios: electricidad y motor de combustión interna, que implica la aparición del automóvil y que esta ligado, por tanto, al petróleo.

En los años 60 tiene una gran importancia el gas natural y la energía nuclear. Desde los años 60 cabe destacar las pautas de consumo, ahorro y diversificación. Nuestras dotaciones de carbón son medias, hay tres pozos petrolíferos (Castellón, Burgos y Tarragona) y quizás ventajas en lo que se refiere al aprovechamiento de la energía hidráulica. La capacidad de autoabastecimiento ha sido y es muy baja. El balance energético es un documento donde aparecen, por fuentes energéticas, las cifras de producción y de consumo, y, por saldo entre ellas, las de autoabastecimiento (o de su inversa, la dependencia energética), es decir, trata de contraponer lo que se produce en los países y cuanto se consume de energía (se mide en toneladas equivalentes de petróleo).

El abastecimiento respecto al carbón no alcanza el 55%, produciendo 9793 (miles toneladas) y consumiendo 17711, por tanto, la dependencia supera el 98%.

La situación actual puede representarse a través del balance energético, de donde se deduce, que el grado de autoabastecimiento español, por la carencia de hidrocarburos propios, puede cifrarse en cerca de un 30 por 100 de las necesidades de energía primaria, porcentaje superior en diez puntos al de comienzos de los setenta, pero muy inferior al que presenta actualmente la Unión Europea (50 por 100). El hecho de tener que obtener recursos energéticos en el exterior implica costes añadidos y va a imponer la reducción en la competitividad internacional de los transportes.

Entre 1960 y 1993 se produce un incremento del consumo energético español que es el cociente entre Consumo / PIB (cuanto más pesa el consumo de energía sobre el PIB) y es importante señalar que desde los años 60 aumentó mucho el requerimiento de energía en España. A medida que aumentaba la producción cada vez se exigían crecimientos más que proporcionales en el consumo de energía.

Si algo caracteriza al sector energético español desde la óptica de su composición sectorial es, en primer término, la dependencia del petróleo. En 1973 el petróleo abastecía casi tres cuartas partes de las necesidades globales de energía primaria. El carbón cubría una proporción algo menor del consumo español, por debajo del 20 por 100 y el gas natural suponía un 2 por 100.

Sin contar los planes que no pasaron del estado de proyecto, ni las revisiones periódicas de otros que si fueron aprobados, deben considerarse, entre éstos, los de 1975-1985 (PEN 75), 1978-1987 (PEN 79), 1983-1992 (PEN 83) y 1991-2000 (PEN 91).

El primer plan energético nacional (PEN) era de 1974 y se desarrolló a raíz del primer choque petrolífero. La mayoría de los países afectados repercutieron los nuevos precios internacionales en el interior para así disminuir su consumo tratando de que éste se adaptase a la realidad. La política adoptada por España era mantenerlos artificialmente bajos (reduciendo los impuestos sobre productos petrolíferos). El plan nacional energético de 1974 por tanto no se aplicó. La política realmente aplicada frente al PEN implicó la instalación de industrias altamente consumidoras de energía. Un efecto negativo de la política que se aplicó en realidad fue estimular un incremento extensivo de la infraestructura energética porque se había sobrestimado el consumo de energía a medio y a largo plazo. Se diseñó todo un plan nuclear grandilocuente que se apoyaba en que la demanda de energía eléctrica iba a aumentar mucho más de lo que aumentó.

En 1979, España era el único país europeo desarrollado que incrementaba el consumo de energía con relación al PIB. El segundo Plan Nacional de Energía (1979) fue más realista en sus proyecciones de demanda, si bien, por el lado de la oferta, la política de reducción de la dependencia condujo a un exceso de equipamiento eléctrico, bajo el estímulo de un ambicioso plan de inversiones en centrales de carbón. Con este segundo PEN se trasladó los aumentos del precio del petróleo a precios interiores produciendo una caída del consumo energético.

En el tercer Plan Nacional Energético de 1983 y que se aprobó en 1984, de nuevo se prevé una demanda de energía esperada en España y, además, se revisa la prioridad que se había otorgado previamente a la energía nuclear. En el marco de este PEN se llevan a cabo cambios a nivel de subsectores energéticos. Ejemplo: mínimo de racionalización del sector eléctrico, un aumento de las tarifas eléctricas porque muchas centrales eléctricas se habían endeudado para introducirse en la construcción de centrales nucleares y, debido a la depreciación de la peseta a principios de los años 80 las empresas quiebran. Para ello suben las tarifas eléctricas. Luego, la actuación de las eléctricas mejora y a principios de los años 90 hay una gran cantidad de fusiones.

Cuando en los años 70 muchos países intentan sustituir carbón por petróleo, algunos acuden a mercados internacionales donde buscaban carbón más barato, pero en cambio en España se obligaba a consumir carbón nacional que era más caro que el de los mercados internacionales, entonces se otorgaban unas tarifas para disminuir el sobrecoste y ello provoca una reducción de la capacidad competitiva de las empresas eléctricas españolas. Es un subsector muy concentrado (integración vertical y horizontal). El 80% del subsector está en manos de cuatro grandes empresas.

En 1994 se aprobó una Ley sobre el sector eléctrico que fue la Ley de Ordenación del Sistema Eléctrico Nacional (LOSEN). La LOSEN establecía algunas novedades, orientadas, sobre todo, al fomento de la competencia dentro del sector. En 1996 se firma un protocolo por el gobierno y las empresas eléctricas, base de una nueva regulación legal del sector, que indica unas líneas de acción más decididamente liberalizadoras, centradas, sobre todo, en tres puntos: la libertad de instalación para los nuevos grupos de generación eléctrica, el acceso de terceros a las redes de transporte y distribución, y la libertad de elección del suministrador por parte de los consumidores. En 1997 se aprueba una nueva Ley del sector eléctrico español. En esta ley, en el lado de la demanda se habla de consumidores cualificados, distribuidores y comercializadores. Como se preveía en el protocolo del 96 se prevé un incremento de los costes de transacción a la competencia en un periodo transitorio de 10 años.

El PEN del 91 (hasta el 2000) da continuidad a las medidas de ahorro energético y se empiezan a prever las reformas necesarias de los distintos sectores energéticos para aproximarnos al sector energético de la Unión Europea:

- aumento de la eficiencia

- diversificación de las fuentes de energía (incremento de las energías renovadoras)

- mitigar los efectos medioambientales

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