La Historia del Dinero

1. Introducción
En la actualidad en todo el mundo y desde el año de 1.940 el dinero ha estado representado por monedas acuñadas y billetes emitidos por cada uno de los Bancos Centrales de los respectivos países.

Apareciendo entonces el término de cuasi-dinero, donde intervienen las cuentas corrientes, de ahorros y a plazos, con las cuales se cancelan bienes y servicios mediante el uso de transferencias, cheques, tarjetas de crédito, etc, tanto en cada país como el exterior.

Desde tiempos remotos el hombre ideó sistemas para dar valor a las cosas y poder intercambiarlas, primero se utilizo el trueque y después el intercambio, y luego surgió el dinero.

Las primeras monedas que se conocen, se acuñaron en Lidia, la actual Turquía en el Siglo VII A. de C., eran de electro aleación natural de oro y plata, ya que para todos los pueblos el oro era el metal mas valioso seguido de la plata, patrón que se traslado a la fabricación del dinero.

El pionero en utilizar billetes, fue el emperador mongol, Kubali Khan en el Siglo XI, para él, era el certificado de propiedad de una cantidad de monedas de oro en Europa, en sus inicios, los billetes eran certificados sobre la existencia de un deposito de oro en un banco.

Con la historia del dinero que pretendemos desarrollarse pretende explicar lo que sienten las personas, para que les sirve y que tipo de energía mueve y es el dinero.

El dinero nos hace sentir independientes y responsables de nuestra vida, tener una adecuada relación con él significa en cierto modo poseer un buen equilibrio psíquico, pero conseguir esto no es nada fácil.

Tradicionalmente el poder económico ha estado en manos de los hombres, aunque la mujer era la encargada de administrarlo en el ámbito familiar, algunos hombre lo utilizaban para mantener a la mujer bajo su control, hoy día ha cambiado un poco, pero cuando en la pareja existe una relación de dominio de uno sobre otro, se utiliza el dinero como arma de poder.
A los hombres el dinero le da sensación de poder, mientras que a las mujeres les produce seguridad y autonomía.

En fin, el dinero es una energía como otra cualquiera, y provoca el mismo efecto de acción y reacción en el universo, es un principio de dar y recibir, por lo tanto cuando se tiene hay que hacerla fluir y cuando no se tiene esa energía hay que hacerla llegar, puesto que volvemos al hecho de que no se puede dar lo que no se tiene y las carencias económicas provocan descompensaciones energéticas en el ser humano, desequilibrando todo su sistema, esto no tiene nada que ver con la aceptación de lo que se tiene y vivir de acuerdo con ello.

2. Historia del dinero
La tendencia de los seres humanos a intercambiar cosas entre sí con la intención de atender necesidades no cubiertas, parece formar parte de su propia condición y viene siendo actividad básica en todas las culturas desde el principio de los tiempos conocidos. Muchos y muy diversos son los elementos, siempre tomados de la naturaleza, que las sociedades han asumido como medida de valor o patrón de referencia, hasta que, buscando estabilidad y control por parte de los poderes públicos, llegaron las monedas. Su aparición y permanencia entre nosotros a lo largo de los siglos no han aportado, en contra de lo previsto, estabilidad o continuidad en su uso.

¿Cuál es la historia del Dinero?
Muchas cosas a veces extrañas se han utilizado como representación de dinero, algunas se valoraban por su debida utilidad, otras eran cosas naturales que con el tiempo se hacen populares como dinero, debido a que eran duraderas y fáciles de llevar puestas.

Ejemplos de cosas estaban los collares de conchas marinas, los cocos, que se usaban como dinero en los mares del Sur y que hoy inclusive en algunos lugares del Pacífico se usan para ser intercambiados por otras cosas. El hacha como dinero Azteca, estaba hecha de cobre (herramienta-dinero); esta serie de herramientas eran comunes en todas las tribus primitivas, las puntas de lanzas retorcidas es otra muestra que se usaba en el Africa como dote o aportación del esposo al matrimonio. En muchas tribus se le pagaba a la familia de la novia por ella. Entre los pueblos del Alto Nilo una esposa valía ocho vacas.

En Norteamérica "Los cobres", en forma de escudos eran usados como dinero por los indios, los cobres y mantas se daban para conseguir esposa, en algunas tribus; en otras tribus los usaban en las ceremonias. Las piedras se usaban también como dinero, en Yap, en las islas Carolinas en el Pacífico, etc., estos son algunas situaciones de intercambio que se realizaban en representación de lo que constituía un valor para aquellos grupos de tribus en esa época.

Según se fue extendiendo el comercio, la gente comenzó a desplazarse mucho más a otras partes más lejanas para poder intercambiar sus productos, descubriendo otras comunidades que producían cosas distintas y llamativas diferentes a las que producían ellos mismos. Al principio no sabían valorar esas cosas nuevas ya que por ejemplo un comerciante que poseía un saco de grano para intercambiar, podía no saber cuánto tenía que ofrecer por una vasija pintada.

Evolución
Primitivos: trueque.
* 1as MONEDAS: S. VI a C. ASIA MENOR.
* Primero se acuñan de oro y plata.
* Después de bronce y cobre.
* Se crea un sistema monetario:
- Introducción de ranuras en los bordes.
* PAPEL MONEDA: Aparece en China en el Siglo IX.
- En Occidente en el S. XVI.
* CREACIÓN PATRÓN ORO INTERNACIONAL: S. XIX.
- Final de la I Guerra Mundial se abandona el patrón oro.
* ACTUALMENTE: En la Unión Europea: el Euro.
Objetivos del dinero:
· Saneamiento de las políticas económicas.
· Mercado único.
· Economía coordinada en Europa.
· Creación de Riqueza y Empleo.

El Trueque
La historia del dinero comenzó con la necesidad de la gente de intercambiar cosas.
Ejemplo
Si necesitabas un hacha, tenías que buscar a otra persona que tuviera una y necesitara algo que vos estuvieras dispuesto a dar por ella.

El sistema funciona de la misma manera hoy, con la única diferencia que se le puede dar dinero, a cambio, al poseedor del hacha y éste puede usar el mismo dinero para comprar lo que le plazca.
En un principio el hombre era autosuficiente: conseguía su propia comida, ropa y utensilios de los alrededores. No solía obtener nada extra para intercambiar y apenas le alcanzaba para cubrir sus necesidades básicas.

Luego el hombre se fue agrupando en comunidades, se fue organizando, dividiéndose las tareas para hacer más eficiente la caza y la recolección. Eventualmente quedaban algunos excedentes que se podían intercambiar con los excedentes de otras tribus. Por ejemplo: no tenían comida, pero tenían pieles, o eran habilidosos para fabricar utensilios pero no para cazar.
Así nació el trueque. A medida que las comunidades se fueron volviendo más y más complejas, el trueque se hizo cada vez más corriente.

Pero el trueque era complicado y demandaba un montón de tiempo y energía. Era difícil que dos personas poseyesen exactamente lo que el otro necesitaba. Además, si tenian la suerte de encontrarse, muchas veces no podian ponerse de acuerdo con el valor de las cosas. Por ejemplo, cuántas pieles valía un costal de trigo o cuántos corderos valía un vaca.

La Moneda
Así, a medida que el intercambio crecía, el concepto de dinero se empezaba a usar.
Tanto compradores como vendedores iban poniéndose de acuerdo acerca de algún medio de pago aceptable para establecer el valor de las cosas.

Fueron muchos los medios usados: costales de sal, cabezas de ganado y otros, pero rápidamente se impusieron los metales preciosos. Comenzaron a usarse metales como el oro, la plata o el cobre, debido a que eran fácilmente valuables, divisibles, durables y transportables.
De esta manera, con una simple balanza para medir el peso del metal precioso era posible comerciar sin demasiados riesgos.
El mayor inconveniente era transportar la balanza y los pedazos irregulares de metálico.

Los Billetes
En esta época también era normal que tanto los traficantes de metales preciosos como los artesanos que trabajaban esos metales, guardaran el material en lugares muy seguros. Esto popularizó la costumbre de depositar el oro en las casas de estos artesanos y traficantes , recibiendo de ellos un recibo que promete la devolución del metal cuando su dueño lo requiera.
De esta manera, cuando el depositante desea efectuar una compra o un pago acude al depositario y obtiene el oro necesario para realizar la transacción. Con el tiempo, la práctica y la confianza en los depositarios hace que se evite la incomodidad de trasladar el oro, transfiriéndose directamente los recibos, que constituyen el origen del papel moneda.

Posteriormente, son los bancos quienes actúan como depositarios y entregan recibos prometiendo pagar una cantidad de oro. Este papel moneda se crea respaldado por metal precioso y, si se solicita, el mismo es convertible en metal (sistema patrón oro).

Como los individuos, para la mayoría de las transacciones se contentan con la utilización del papel moneda, pronto se descubre que no es en absoluto necesario tener guardado todo el oro que circula como papel moneda. Mientras algunos clientes del banco retiran su oro, otros lo depositan y la gran mayoría comercia los billetes sin necesidad de convertirlos.

Como los individuos, para la mayoría de las transacciones se contentan con la utilización del papel moneda, pronto se descubre que no es en absoluto necesario tener guardado todo el oro que circula como papel moneda. Mientras algunos clientes del banco retiran su oro, otros lo depositan y la gran mayoría comercia los billetes sin necesidad de convertirlos.

Por tal motivo con el correr del tiempo son menos comunes los billetes emitidos por los bancos comerciales siendo los bancos centrales de cada país (link a rol del banco central) los que toman la responsabilidad de la emisión.

3. Generalidades
El Dinero Nacional
¿Es la moneda de un país el dinero nacional? Para sorpresa de muchos, la respuesta es no. En el caso del quetzal ha dejado de ser el único dinero de los guatemaltecos.

Revisando ligeramente su naturaleza, vemos que el dinero no es más que otro bien. Lo antecede el trueque como la forma más elemental de intercambio —intercambio directo—. Mediante un proceso de prueba y error, el hombre descubrió una forma de facilitarse la vida: El intercambio por medio de un tercer elemento —el dinero— marcando así la diferencia de intercambio directo a indirecto. Es importante contemplar que el dinero surge mediante un proceso espontáneo, donde los individuos son los encargados de determinar cuál es la mejor opción para determinar que bien será su dinero. Este puede ser ganado, café, conchas de mar, monedas de oro, monedas de plata, dólares, marcos alemanes, etc.

Funciones Del Dinero
El dinero cumple varias funciones y cuando una expresión dineraria deja de satisfacer cualquiera de estas funciones, el individuo inmediatamente busca algún otro substituto.
Entre las funciones del dinero encontramos que:
— Agiliza la división del trabajo.
— Permite el cálculo econ6mico estableciendo comparaciones entre costos y rendimientos esperados.
— Permite expresar bienes heterogéneos en unidades comunes.
— Facilita el comercio.
— Permite postergar decisiones de compra y conservar los rendimientos obtenidos de los factores de producción —depósito de valor—.
En muchos países se han utilizado distintos bienes para sustituir algunas de las funciones del dinero oficial. Me refiero, por ejemplo, a la función de depósitos de valor.
Dada la pérdida del poder adquisitivo del dinero oficial originada por el abuso del derecho monopolístico de emitir moneda por el Banco Central, la gente ha buscado Otros bienes que le permitan trasladar valor a través del tiempo. Es así como vemos que se recurren a otros bienes como monedas duras, siendo el dólar la más demandada. Es común encontrar que los contratos de alquiler ya se expresan en dólares.

Características De La Moneda Local
Poder Adquisitivo. Es una moneda fuera de impuestos, cualquiera puede ganar, viejos, jóvenes, mujeres. Es a prueba de inflación, pues una hora siempre eqüivaldrá a una hora. La retribución por el trabajo en términos de poder adquisitivo es justa: una hora de su tiempo por otra de cualquier persona de la red.

Autonomía y Seguridad. Las monedas locales son en parte una forma de economizar sin caer en gastos en moneda corriente. Parte del beneficio de su uso parece ser su sentido de recuperar independencia, una forma de solucionar la propia vida al margen del sistema económico que no lleva en cuenta los excluídos.

Recompensa Agradable. Cuando alguien hace alguna cosa por otra, si se autodefine como productor, como alguien que posee algo que el otro necesita. Nuestra moneda local dá una prueba externa de nuestro própio valor y de nuestra capacidad de compartir.

Capital Social. Al hacer parte de este sistema de moneda local una persona se torna parte de una familia extensa y pasa a relacionarse con personas poco conocidas, por eso al mismo tiempo, confiables. Va siendo creado un tejido social que integra las personas en una red segura, que ofrece protección contra los cambios.

Por qué las monedas locales son dinero ecológico?
· Porque motivan la compra de los productos locales que no son transportados en vehículos que contaminan. Si son productos comestíbles, son frescos, sin conservantes.

· Al transformar un producto localmente estamos agregando un valor a nuestra producción además de utilizar recursos locales para producirlo.

· Se crea una relación entre el productor y el consumidor permitiéndoles conocer mejor lo que será consumido o lo que es necesario para hacer un servicio. Además de eso, las relaciones entre las personas se desenvuelven más naturalmente.

· El dinero es creado, gastado e invertido localmente, permitiéndose saber lo que acontece con nuestro dinero, además de poder conocer el desarrollo del medio ambiente, porque lo que se busca es obtener productos orgánicos, saludables y que conserven el equilibrio de la naturaleza.
· A través de este sistema podemos modificar los modelos económicos porque están apoyados en productos y en el tiempo de personas reales, que participan y deciden cómo quieren vivir, lo que quieren producir y cómo quieren intercambiar.

4. El Complejo Del Dinero
La historia del dinero está llena de trivialidades incomprensibles, detalles sin sentido, delirios y locura. El furor que en el siglo XVII se desarrolló en Holanda por los tulipanes desembocó en uno de los colapsos financieros más bizarros y desvastadores de ese país. En ese frenesí colectivo conocido como la tulipomanía, la exótica flor se hizo tan valiosa para los holandeses, considerados hasta ese entonces como individuos prudentes en los negocios, que su comercio paralizó el resto de las actividades productivas.

Personas de todos los estratos sociales se endeudaban, vendían sus propiedades o hipotecaban sus tierras, negocios y casas, para obtener liquidez monetaria e invertirla en tulipanes. Inmensas fortunas cambiaron de mano y, de la noche a la mañana, multitud de inversores y pequeños comerciantes se encontraron así mismos convertidos en magnates. La fiebre se expandió y la inversión extranjera fluyó con locura al mercado holandés. En 1636 la demanda de tulipanes fue de tal magnitud que su cotización aparecía destacada en la Bolsa de Valores de Arnsterdam y demás ciudades de Holanda, y hasta en el mismo Londres.

El precio de los tulipanes incrementaba día a día y el valor de los bulbos de las especies exóticas llegó a niveles nunca imaginados. Las transacciones y las formas de contratación se fueron haciendo cada vez más sofisticadas. La extraordinaria importación, reproducción, comercialización y acumulación de tulipanes los convirtió de facto en moneda, en un medio de pago y unidad de valor. Pero sin una razón que sea factible precisar, tal vez por la misma fuerza misteriosa que de manera inefable y etérea desencadenó el furor inicial, al poco tiempo la burbuja estalló y vino la quiebra. Millares de individuos quedaron súbitamente arruinados, con el solo consuelo de observar el color de sus flores en los bellos jardines de Holanda.

La economía monetaria como tema, como complejo dominante de la psicología del hombre actual, traspasa la dimensión individual para convertirse en asunto de orden colectivo. Basta observar el centimetraje ocupado por las noticias económicas de los periódicos, la importancia de los ministros de la economía en cualquier gabinete gubernamental, o las incansables conversaciones sobre negocios que tanto fastidian a las mujeres en las fiestas y reuniones sociales. Si podemos proponer orientaciones generales en la sociedad, si suponemos que el comportamiento humano en la Grecia Heroica estaba regulado por el areté y el honor, y que la fama fue el dominante motivacional del hombre renacentista, podemos afirmar, sin mayor reserva, que el dinero actúa como centro magnético en la psicología del hombre contemporáneo. El lugar que ocupa la economía hoy en día es similar al que ocupaba la física en los siglos XVII y XVIII o la teología en la Edad Media. El impulso adquisitivo siempre ha sido un importante factor motivacional de la conducta humana. Lo que diferencia a las sociedades afluentes modernas de otras civilizaciones y culturas es la prioridad que se le ha dado a la riqueza material, la influencia decisiva del dinero en casi todos los aspectos de la vida ordinaria. El problema monetario, sin embargo, ha sido abordado casi exclusivamente desde la óptica religiosa y moralizante, desde la teoría económica o desde la perspectiva pragmática de cómo hacerlo y manejarlo. Se ha indagado poco sobre el efecto penetrante del dinero en ladinámicadel sentimiento, en su significado para laexistencia. La inevitable y contumaz presencia de lo subjetivo nos obliga a indagar en las representaciones personales. ¿Qué connotación tiene para mí el dinero?, ¿cómo son mis fantasías en torno a él?, ¿qué rol juega la codicia en mi vida?, ¿qué simboliza la riqueza?, ¿qué pedazos de nuestra historia, cuáles necesidades y anhelos literalizamos en el afán de lucro?

Las investigaciones empíricas sobre la génesis y el desarrollo del concepto del dinero en el niño señalan que la noción más primaria de la economía infantil es la imagen del dinero como símbolo de relación, vinculado con la obtención de placer y la satisfacción de necesidades y deseos. Parece un desplante de snobismo intelectual o un derroche innecesario de energía acudir al diseño experimental y a las más complicadas formulaciones de la lógica proposicional y de la epistemología genéfica para descubrir como novedad que los niños construyen, desde la más temprana edad, esquemas mentales de intercambio y que pueden comprender la utilidad del dinero para adquirir dulces y chocolates. Aunque la mayoría de los científicos sociales han quedado satisfechos con tan esperados resultados, el virtuosismo metodológico y la gimnasia intelectual de la academia no han logrado explicar la insatisfacción perenne del consumidor moderno, el significado de esa relación de dependencia entre la felicidad y el nivel de ingresos, a pesar de la demostrada ausencia de correlación entre la escala de ingresos y la felicidad humana. Diversas investigaciones llevadas a cabo en los Estados Unidos de Norteamérica entre 1946 y 1970 9 señalan que mientras el ingreso real per capita se incrementó en aproximadamente un 62% durante ese período, el porcentaje de individuos que se consideraban poco felices, felices o muy felices se mantuvo absolutamente estable. El aumento real y continuo del nivel de ingresos y el creciente bienestar económico no hacían de los humanos seres más felices. Lester Thurow observa que a pesar del aumento del 16% en el ingreso per capita real de los norteamericanos entre 1972 y 1978, el malestar y la insatisfacción de la población creció en una proporción aún mayorIO. La evidencia estadística de que las más altas tasas de suicidio ocurren en los paises más ricos parece refrendar esta paradójica relación entre la sensación de malestar y desasosiego y el aumento del ingreso per cápita. ¿Por qué el crecimiento económico se presenta, entonces, como un ideal colectivo?

El sentido común induce a pensar que el deseo de progreso y de riquezas materiales supone, como presupuesto implícito, queen los grupos sociales de mayor poder adquisitivo deberíamos encontrar un porcentaje significativamente mayor de personas satisfechas. No es ese el caso y en demasiadas ocasiones encontramos lo contrario. Buena parte de la narrativa histórica, la filmografía y la literatura universal, gira en torno a la locura y el sufrimiento de grandes nobles o aristócratas y ofrece una tipología de las clases opulentas repleta de personalidades desoladas por el aburrimiento y la soledad, sumergidas en la depresión y atormentadas por la codicia y el ansia de poder nunca satisfechas, en franca oposición a la refrescante sencillez existencial del hombre común. Un ingreso pequeño pero en crecimiento parece ser más satisfactorio y está subjetivamente más asociado a la felicidad que un ingreso superior aunque estancado. Pero la mejora progresiva no se percibe como tal sino cuando es comp arada con la de los demás. La satisfacción de las personas no depende del nivel absoluto de ingresos sino de su nivel relativo, es decir, contrastado con el de los miembros del grupo social de referencia. Tampoco la pobreza y la desigualdad social parecen ser causas inevitables de malestar sino cuando las personas comparan su condición con la de los otros o cuando su situación económica cambia drásticamente. El individuo puede ganar muy poco pero se sentirá más satisfecho si percibe que sus ingresos crecen más que los de sus compañeros. Dado que por ley de probabilidades o por simple distribución estadística sólo un escaso número de personas tiene la posibilidad de mejorar su posición relativa, es casi imposible que el desarrollo económico pueda acrecentar la sensación de bienestar y el nivel de satisfacción de la mayoría. La percepción subjetiva de felicidad depende más de las proyecciones y fantasías sobre lo que el dinero ofrece y puede hacer cuando todavía no se tiene, que de lo que el dinero realmente ofrece y hace cuando ya se tiene. Debemos reflexionar psicológicamente en torno a la pregunta formulada por John Kenneth Galbraith sobre el dinero, pero que él tristemente responde en términos absolutamente económicos y profanos:
¿Por qué una cosa de nulo valor intrínseco es tan evidentemente deseable? En constraste con un conjunto similar de fibras, recortado del periódico de ayer, ¿qué es lo que le da el poder de adquirir bienes, contratar servicios, inducir a la codicia, fomentar la avaricia, incitar al crimen? Aquí hay algo de magia; indudablemente, se requiere alguna explicación metafísica o extraterrestre de su valor.

Es impensable querer analizar la vida social de las naciones industrializadas modernas sin acudir en algún momento al discurso económico. En toda sociedad, y con mayor vigor en las sociedades de consumo, la organización de los factores de producción y de los medios de intercambio incide sobre cualquier nivel de la vida humana que queramos analizar. El hecho monetario es una realidad espesa y trascendente. Pero más allá de la vinculación de la economía con la subsistencia, lo que aquí nos interesa es su relación con la vida y la existencia, con las experiencias de sentido personal. Queremos indagar en las conexiones ocultas del dinero con la moral, con las actitudes religiosas, con la felicidad, con el ethos cultural y las costumbres familiares. Las transacciones entre las fantasías monetarias privadas y la realidad económica objetiva están llenas de ambigüedades y contradicciones. Una anécdota de Patrick Süskind, en una novela popular de los años ochenta, da una versión sombría del resultado imprevisto de tales transacciones. En el siglo XVIII una tal Madame Gaillard regentaba en París un hospedaje para niños abandonados. En ella aceptaba toda clase de huérfanos siempre y cuando alguien pagara puntualmente la renta. Las finanzas de la Sra. Gaillard eran sumamente sencillas. La mitad del ingreso estaba destinado a la manutención de los niños y la otra a su propio beneficio. El negocio tenía que ser rentable y ni la muerte de algunos pequeños durante el invierno lograba alterar la exacta repartición de recursos. La conducta de la Sra. Gaillard, aparentemente inhumana y fría pero en nada diferente de la de sus coetáneos, obedecía a un temor obsesivo. Le horrorizaba la idea de morir en un hospicio público, como había muerto su esposo en el Háte1-D¡eu, rodeada de multitudes enfermas y desconocidas. Madame Gaillard había calculado con exactitud el dinero que necesitaba para disfrutar de una renta que le permitiera en la vejez morir en su casa. Cercana a los 70 años cerró el negocio. Creyendo haber alcanzado su meta decidió vivir de sus rentas para esperar tranquilamente la muerte en una pequeña vivienda adquirida para dicho fin. Pero, condenada a la longevidad, antes de la muerte llegó la Revolución francesa y con ella los asignats y uno de las más espectaculares procesos inflacionarios del cual todavía nuestros gobiernos no han aprendido lo suficiente. A partir de 1789, con fantasías muy diferentes de las de Madame Gaillard, el gobierno revolucionario, buscando cubrir su gigantesco déficit presupuestario, autorizó emisiones sucesivas de millones de livres en notas de papel moneda basadas en un hipotético valor de la tierra y su posterior redención. Forzada a recibir en pago las malditas hojas de papel impreso que al instante perdían su valor, la longeva señora no pudo sino ser testigo de su impotencia ante la rápida desaparición de sus ahorros que con tanto esfuerzo y trabajo ingrato había logrado amasar a lo largo de toda su existencia. Con más de noventa años y un tumor en la garganta que le impidió protestar, Madame Gaillard fue llevada al hospicio del H6tel-Dieu donde murió a la vista de todos en una sala atestada de viejos enfermos y moribundos.

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